Las epopeyas son relatos épicos extensos basados en las aventuras y hazañas de héroes legendarios de una región o civilización en una época remota. Su origen data de miles de años antes de Cristo. Disfruta de las mejores epopeyas cortas.
Las epopeyas exaltan los valores más destacados del héroe y muestran los valores más apreciados en la sociedad donde se ambienta la narración. Los héroes generalmente están dotados de fuerza, valor, inteligencia y belleza física.
También se exalta la cultura de las regiones, así como sus leyes y creencias religiosas. En las epopeyas griegas se expone la importancia de los dioses en la vida cotidiana de las personas y las tradiciones sociales.
El mayor exponente de este género es Homero, autor de las epopeyas más famosas del mundo: La Ilíada y La Odisea. La primera está basada en la Guerra de Troya y la segunda en el viaje de Odiseo para regresar a casa luego de la Guerra de Troya.
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A continuación, una selección de ejemplos de las epopeyas más destacadas:
1. La Ilíada, Homero
“1 Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
17 -¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.”
2. La Odisea, Homero
“Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, al punto el amado hijo de Odiseo se levantó del lecho, vistió sus vestidos, colgó de su hombro la aguda espada y bajo sus pies, brillantes como el aceite, calzó hermosas sandalias. Luego se puso en marcha, salió del dormitorio semejante a un dios en su porte y ordenó a los vocipotentes heraldos que convocaran en asamblea a los aqueos de largo cabello; aquéllos dieron el bando y éstos comenzaron a reunirse con premura. Después, cuando hubieron sido reunidos y estaban ya congregados, se puso en camino hacia la plaza -en su mano una lanza de bronce-; mas no solo, que le seguían dos lebreles de veloces patas. Entonces derramó Atenea sobre él una gracia divina y lo contemplaban admirados todos los ciudadanos; se sentó en el trono de su padre y los ancianos le cedieron el sitio.
A continuación comenzó a hablar entre ellos el héroe Egiptio, quien estaba ya encorvado por la vejez y sabía miles de cosas, pues también su hijo, el lancero Antifo, había embarcado en las cóncavas naves en compañía del divino Odiseo hacia Ilión de buenos potros; lo había matado el salvaje Cíclope en su profunda cueva y lo había preparado como último bocado de su cena.
Aún le quedaban tres: uno estaba entre los pretendientes y los otros dos cuidaban sin descanso los bienes paternos. Pero ni aun así se había olvidado de aquél, siempre lamentándose y afligiéndose. Derramando lágrimas por su hijo levantó la voz y dijo:
«Escuchadme ahora a mí, itacenses, lo que voy a deciros. Nunca hemos tenido asamblea ni sesión desde que el divino Odiseo marchó en las cóncavas naves. ¿Quién, entonces, nos convoca ahora de esta manera? ¿A quién ha asaltado tan grande necesidad ya sea de los jóvenes o de los ancianos? ¿Acaso ha oído alguna noticia de que llega el ejército, noticia que quiere revelarnos una vez que él se ha enterado?, ¿o nos va a manifestar alguna otra cosa de interés para el pueblo? A mí me parece que es noble, afortunado. ¡Así Zeus llevara a término lo bueno que él revuelve en su mente!»”.

3. Cantar de Roldán, Anónimo
“El rey Carlos, nuestro emperador magno ha estado siete años enteros en España; conquistó la tierra alta hasta el mar, no hubo castillo que se le resistiera, ni muro ni ciudad que no haya destruido, salvo Zaragoza que está en una montaña. La tiene en su poder el rey Marsil, que no ama a Dios pues sirve a Mahoma e invoca a Apolín; pero no puede evitar que no le alcance algún mal. El rey Marsil está en Zaragoza; se encamina hacia un jardín umbroso y se recuesta sobre una grada de mármol azulado; tiene a su alrededor a más de veinte mil hombres. Se dirige así a sus duques y a sus condes:
-Oíd señores qué desgracia nos abruma: Carlos, el emperador de la dulce Francia, ha venido a este país para destruirnos. No tengo ejército que le dé batalla, ni tengo tal gente que derrote a la suya. Aconsejadme como mis hombres sabios y salvadme de muerte y deshonor.
Ni uno sólo de los presentes le responde una palabra, excepto Blancandrín del Castillo de Valfonda.
Blancandrín era uno de los paganos más prudentes; un caballero muy valiente y de gran lealtad para ayudar a su señor. Le dijo al rey:
-No desfallezcáis, enviad al orgulloso y altivo Carlos muestras de fiel servicio y de gran amistad. Le llevaréis osos, leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientos mulos cargados de oro y de plata, con lo que llenará cincuenta carros: bien podrá así pagar a sus soldados. En esta tierra ya ha guerreado mucho: debe regresar a Francia, a Aix. Vos le seguiréis para la fiesta de San Miguel, recibiréis la ley de los cristianos y seréis su vasallo para honor y para bien. Si quiere rehenes le enviáis diez o veinte para que confíe; le enviaremos a los hijos de nuestras mujeres y aún con riesgo de muerte le enviaré al mío. Es mejor que pierdan ellos sus cabezas a que nosotros perdamos nuestros honores y posesiones, lo que nos llevaría a mendigar.”
4. Cantar de Mio Cid, Anónimo
“De los sos oios tan fuerte mientre lorando
Tornaua la cabeça e estaua los catando:
Vio puertas abiertas e vços sin cannados,
Alcandaras uazias sin pielles e sin mantos,
E sin falcones e sin adtores mudados.
Sospiro Myo Çid ca mucho auie grandes cuydados.
Ffablo Myo Çid bien e tan mesurado:
Grado a ti Sennor Padre que estas en alto,
Esto me an buelto myos enemigos malos.
Alli pienssan de aguiiar, alli sueltan las riendas:
A la exida de Biuar ouieron la corneia diestra,
E entrando a Burgos ouieron la siniestra.
Meçio Myo Çid los ombros e engrameo la tiesta:
Albricia Albar Ffanez ca echados somos de tierra.
Myo Çid Ruy Diaz por Burgos entraua.
En su conpanna LX pendones leuaua: exien lo ver mugieres e uarones.
Burgeses e burgesas por las finiestras son puestos.
Plorando de los oios, tanto auyen el dolor.”
5. Poema de Gilgamesh
“Las lágrimas corren por la cara de Gilgamesh
(al tiempo que dice):
-«(Voy a recorrer) un camino
por el que nunca he andado.
(Voy a emprender un viaje)
desconocido para mí.
[…] Debiera estar contento,
con el corazón gozoso […].
(Si triunfo te haré sentar en) un trono.»
Ellos le trajeron su armadura,
[…] poderosas espadas,
el arco y el carcaj,
y se lo pusieron en sus manos.
Él cogió las azuelas,
[…] su temblor,
(el arco) de Anshan;
puso la espada en su cinturón.
Podían comenzar el viaje.
La plebe se apiñaba cerca de Gilgamesh:
(-«¿Cuánto tiempo estarás ausente de Uruk?)
¡Que puedas regresar pronto a la ciudad!»”